Wednesday, November 08, 2006

Paseo a Lagunillas

Cuando estaba en el colegio, por ahí por 1º o 2º Medio, hicimos un viaje, como es costumbre, a Lagunillas, en el Cajón del Maipo. La organización que administra las actividades y el refugio donde nos quedamos se llama SEAL. Era pleno invierno, y yo todavía no lograba adaptarme a (o generar defensas en contra de) la rutina abusiva de mis compañeros de nivel. No era un chico popular, no veía el sentido de estarse permanentemente molestando el uno al otro. En fin. El asunto es que los días eran grises, grises, y mientras el minibus subía por el sinuoso camino de tierra, y posteriormente de barro con nieve, sabía que estos no serían días felices.

Y así fue. Detesto los días grises, el frío. Particularmente cuando estoy sometido a esas condiciones por fuerza mayor. Durante los días que estuvimos ahí, realizamos varias actividades, con el objetivo --supongo-- de fomentar el crecimiento personal, mejorar los lazos entre los chicos y chicas asistentes, y de paso aprender un poco de técnicas de sobrevivencia. Creo que todo eso podría incluso haber sido interesante y entretenido, si es que no hubiera tenido que lidiar constantemente con la imbecilidad de algunos compañeros (los cuales, para mi gran desilusión, no cambiaron en absoluto, incluso años después de salir del colegio. Ver, por ejemplo, la introducción a este posteo).

En fin. También muchos años después, volví a Lagunillas, esta vez con sol, en primavera. En mis viajes al Cajón del Maipo, siempre había visto el desvío a Lagunillas y nunca lo había tomado, en parte por el rechazo que me produce el recuerdo de aquel período, en parte porque en el mapa, el camino a Lagunillas se aprecia mucho más corto que las rutas a Termas El Plomo o a Baños de Colina.

Esta vez la ruta era simplemente polvorienta, incluso algunas flores por aquí y por allá. En las decenas de curvas en el camino de subida, me encontré con uno que otro auto parado, haciendo picnic, asados, tomando sol.

Pasé el refugio de SEAL, y seguí subiendo, hasta un complejo al parecer llamado el Refugio Andino. Cosa rara, hay andariveles, pero no sé si se usan en invierno. No había nadie en el Refugio Andino a quien preguntarle si acaso podía pasar hacia el cerro, así que seguí. Me topé con una señora y su hijo, y le pregunté, y me dijo que no sabía, pero que no creía que hubiera problema.

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Subí, subí, y en la loma del cerro, me topé con un cerco, que lo recorría de un lado a otro. Doblé hacia la izquierda, y luego de andar unos 500 metros, tuve que devolverme: demasiado barro, demasiada pendiente.

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Comencé a seguir la cerca hacia la derecha ahora. El paisaje era increíble.

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Viento, nada más que viento y silencio a ratos. Este montón de nieve era demasiado profunda como para pasar por encima, así que busqué un lugar en el cerco por donde pudiera pasar la moto, y luego de jalar y tirar, pasé.

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Y seguí, hasta que llegué a otro cerco. Se veía como un portón precario, pero eran tantos los alambres que lo mantenían cerrado, que preferí no intentar pasar.

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Y un cóndor!

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Estuve un buen rato disfrutando del silencio, la soledad. Esto sí se podía disfrutar; esto era mío, lo había generado yo. El sol quemaba y el viento enfriaba. Se me ocurrió que estaba realmente perdido en medio de la nada; la aislación era evidente... hasta que miré la hora en el celular, y vi que tenía todas las barras de señal. Rayos.

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Estuve un rato más, me saqué una auto-foto, y bajé.

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1 Comments:

Anonymous Anonymous said...

un condor!!.. snif.. snif...

3:56 PM  

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